Fue un día muy duro, así que a Lola, Isolino y Paulibiri no les costó mucho conciliar el sueño.
Mañana será otro día… pensaron. Pero… ¿y Migraña? Migraña no podía dormir, no dejaba de pensar en dónde le dejaría la sorpresa el Ratoncito Pérez.
-Pero, si yo no duermo con almohada, ¿sabrá donde duermo? ¿Dónde dejará mi regalito? Y es que , los peces y las pirañas no dormimos en ninguna cama, dormimos en el agua…
Finalmente el agotamiento pudo con Migraña y cayó rendido de sueño.
Al día siguiente Lola fue la primera en despertarse e intrigada fue a despertar a Migraña, que dormía plácidamente, para ver lo que le había traído el Ratoncito Pérez. Pobre Migraña, con lo que le había costado dormir la noche anterior…
-Migrañaaaaaaaaa…. Buenos díaaaaaaaass…. Hay que levantarseee….
Migraña, medio dormido le dijo:
-Pero si aún no es hora, es muy pronto.
-Venga migraña, vamos a buscar tu sorpresita. A ver qué te ha traído el Ratoncito Pérez. -dijo Lola.
De tanto que gritó Lola, Paulibilri también se despertó de un salto. A Isolino, que le gusta mucho dormir, lo dejaron durmiendo, ya que después de tanto viaje estaba realmente cansado. ¡No sabéis lo duro que es viajar con una casa a cuestas!
Todos se pusieron a buscar ese “no se sabe qué” por todos los rincones, entre algas, por la rocas, debajo de las piedras… ¡Nada! No habia manera. No encontraron nada.
Finalmente Lola pensó en despertar a su amigo el caracol para que les ayudara. Isolino es un buen rastreador y seguro que él tiene más suerte y sí lo encuentra.
-¡Buenos días Isoliiiinooooooooo! -gritaron entre todos.
Isolino levantó las antenas y rápidamente se puso en pie, la verdad es que tiene buen despertar.
-¿Qué pasa chicos? ¿Qué queréis? – dio a entender el caracol con el movimiento de sus antenas.
Lola le explicó que no encontraban la sorpresita de Migraña e Isolino puso en marcha sus antenas y buscó por su alrededor. Miró por aquí, miró por allá, hasta que sus antenas señalaron una gran concha.
- Allí está seguro, sus antenas nunca fallan -dijo Lola.
Se acercaron a la concha y Paulibiri al ver que estaba cerrada empezó a golpearla con la mano para abrirla. La concha no se abrió.
-¡No! no la golpees que así no se consiguen las cosas, se tiene que hacer con suavidad, pidiendo las cosas por favor y con palabras bonitas si no, no conseguirás nada. A todos nos gusta que nos traten bien, ¿a que sí?
Entonces Paulibiri dijo:
-Concha, conchita, ¿puedes abrir la boquita, por favor?
Y la concha se abrió poco a poco mientras todos boquiabiertos observaban con mucha atención
Y ¡Tachaaaannnn! ¿Que había dentro? Un saco.
-¿Un saco? ¿Para que me han dejado un saco? ¿Qué habrá dentro? -dijo extrañado Migraña.
-¡Ábrelo, a ver que hay dentro! -dijeron todos intrigados.
Dentro del saco encontraron una nota y unos polvos mágicos rojos y azules con estrellitas doradas.
En la nota decía: “Migraña, veo que ya has encontrado tu sorpresa, estos son unos polvos mágicos, unos polvos quitamiedos, para que cuando tengas miedo o alguien tenga miedo, se los tires por encima, de esta manera ¡los miedos desaparecerán para siempre! Firmado: Ratoncito Pérez”
-¡Qué regalo más bueno! Así podré ayudar a que mis amigos no tengan miedo. Podré ayudar a Cenizo y su miedo a las alturas, a Lola y su miedo a los petardos (que aunque su madre ya le había ayudado a no tener miedo pensando en cosas que le gustan, seguro que los polvos quitamiedos, no están de más).
Migraña se guardó el saquito en su mochila y dijo:
-Seguro que en algún momento los necesitaré para ayudar a alguien con sus miedos.
Una vez guardado el saquito con los polvos quitamiedos, se fueron todos a desayunar unos buenos churros con chocolate. ¡Uhmmm! ¡Cómo les gustan los churros con chocolate caliente!
Cuando Lola estaba dispuesta a sacar los botones para pagar (aquí se paga con botones, no con dinero), sacó también un papel, ¡era la invitación de la fiesta de carnaval! Con todo lo del diente y del Ratoncito Pérez se les había olvidado.
-Rápido, hemos de preparar nuestros disfraces. -dijo Lola.
En la invitación había unas instrucciones que todos tenían que seguir. La invitación decía
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