apareció el Príncipe de la Bella Durmiente, que también estaba en la fiesta y con unos cuantos toques de espada espantó al lobo, que huyó despaborido.
-¡Uff, menos mal! ¡Qué miedo hemos pasado! -Dijeron a la vez, Lola Pirindola, Migraña e Isolino.
-Tranquilos, no ha sido nada… Llevo mucho tiempo practicando con la espada, además tengo mucho tiempo libre mientras no despierta mi querida Bella Durmiente. -Se rió El Príncipe.
Mientras el Príncipe estaba hablando, Lola le miraba toda embelesada, como si le estuvieran saliendo corazones y pajarillos de las orejas. Isolino y Migraña se dieron cuenta del detalle y les entró un ataque de risa.
- Ja, ja, ja, ¿estamos en primavera, no? Debe ser eso, que la sangre altera -dijo Isolino.
-Tienes razón, Isolino, va a ser difícil irnos de la fiesta con esta muchacha -contestó Migraña.
A su lado estaban el Príncipe y Lola hablando del tiempo atmosférico, de lo duro que era ser personaje de cuento, de que había ido a clases de equitación en Robledillo, porque había muy buenos caballos, etc. Y así, charlando animadamente, pasaron los minutos, las horas… hasta que se hizo tardísimo.
Isolino llegó hasta donde estaba la parejita y dijo:
-Bueno, chicos, ya hemos conocido a todos los invitados a la fiesta, hemos hablado con Cruela de Vil, con los 3 cerditos, hasta con Bestia y creo que ha llegado la hora de despedirnos e irnos a casa.
- Sí, venga, que ya es hora. -Añadió Migraña.
Pero, aún tenía que pasar algo…
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