A pesar de todos nuestros intentos, no conseguimos averiguar nada, así que decidimos acudir a la máxima autoridad, tanto en Papa Noel como en los Reyes Magos, nuestra profe Amelia, ¡ella lo sabe absolutamente todo!
Amelia no era un profe como las demás, era muy alta con, unos grandes ojos de color verde y una preciosa sonrisa, el color de sus uñas dependía del tiempo, si hacía sol, las llevaba amarillas, si llovía, azules, si nevaba blancas y si el cielo estaba gris de color negro. Cada día venía a clase con un vestido distinto, un vestido mágico, del que nos contaba su historia, nuestro vestido preferido era el de las hojas del otoño, que un amable castaño le ayudó a coser, cuando se calló al lago verde, mientras perseguía al duende Champán, pero …eso es una historia para otro cuento.
Llegar al cole sin que nadie viera a Rudolf, fue una tarea relativamente fácil, Mica iba delante e Isolino, más lento, cubriéndonos las espaldas. Lo realmente difícil fue llegar al despacho de Amelia sin ser vistos, pero con la capa invisible que llevaba Lupito, lo conseguimos.
Amelia, después de escuchar nuestra historia, no dudó en ayudarnos y llamó a Papa Noel, pero su contestador dijo…“Hola estas llamando a Papa y Mama Noel, en estos momentos estamos de vacaciones en DisneyLand, si es algo urgente deja tu mensaje después de oír la señal y nosotros te llamaremos…piiiiiiii “
-Pasamos al plan B, debemos conseguir que Papa Noel piense que ya llegó la Navidad, pero esa tarea es una tarea de equipo- dijo Amelia.
Y así es como los niños y profesores del colegio, ayudados por todo el pueblo pusieron en marcha el plan.
Cubrieron los tejados de las casas con algodón y las calles con prorispan para imitar la nieve. El alcalde mandó adornar las calles con las luces y el árbol de Navidad, los niños del coro cantaban villancicos en la calle, en el cole representaban el portal viviente y hasta en los supermercados vendían turrón y mazapanes.
Mientras tanto en el teléfono de Papa Noel saltó la alarma, sobresaltado regresó de sus vacaciones, cogió el trineo, conectó el Tom Tom y salió como un rayo a descubrir que pasaba. Al llegar no salía de su asombro cuando descubrió que todo un pueblo se había unido para ayudar a Rudolf y les explicó que un reno solo no puede volar, pero con la ayuda de sus compañeros la magia el posible.
Al llegar a casa, descubrí algo asombroso, a Isolino le faltaba el asa de su caparazón, pero estaba tan cansada, que me dormí antes de poder mover mis baquetas y averiguar qué había pasado.
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