Este blog quiere simular al blog CON ELE DE LOLA, vamos a explicar todas las actividades que hacemos en Lengua.

lunes, 14 de marzo de 2011

Y seguimos....

Al despertarme por la mañana vi que la almohada de Isolino estaba empapada. ¡Se había pasado la noche llorando pensando en su asa! ¡sin ella no podía viajar y vivir aventuras! Entonces le dije que se quedara tranquilo en la habitación y llamé a Lopito y a Pancho para empezar la búsqueda.
Cogimos mi triciclo y recorrimos todos los lugares por los que habíamos pasado el día anterior. No encontramos nada, estábamos desesperados. Yo empecé a llorar y metí las manos en el bolsillo para coger un pañuelo y… lo que saqué no fue un pañuelo, ¡fue el asa del caparazón de Isolino! Empezamos a dar botes de alegría, cogimos el triciclo y nos fuimos corriendo para devolvérsela a Isolino, pero por el camino nos encontramos a Mica con los pelos de punta. Le preguntamos qué le había pasado, parecía una loca o una bruja, y nos dijo que sus padres se habían equivocado en la fórmula del agua amarilla y que al meterse en el agua se le había puesto así el pelo y lo malo era que cuando salió de la piscina el pelo seguía así, no volvía a su estado normal. Le dije que viniera con nosotros junto Isolino, que seguro que se le ocurría alguna idea genial de esas de caracoles con antenas que hablan.
Cuando llegamos Isolino se puso contentísimo, se colocó el asa y empezó a pensar cómo resolver el problema. Entonces dijo moviendo rápidamente sus antenas,
-¿Y si vamos a junto la peluquería mágica que hay en el bosque de Lopito?
Lopito dijo que sí, que seguro que a la seta de gominola, Manuelita, que era la peluquera del bosque de chuches, se le ocurría algo para arreglarlo.
Cogimos de nuevo el triciclo y metí en una mochila a Lopito y a Isolino. Mica cogió mi bici y metió en el cesto a Pancho y raudas y veloces nos dirigimos al bosque mágico.
Llegamos a la peluquería, las paredes eran de chuches y los secadores de regaliz. Manuelita miró atentamente a Mica, cogió un bote, que parecía de laca y se lo echó en la cabeza… pero no era laca, ¡era chocolate con nata! Luego le lavó el pelo con un refresco de naranja y le echó unos polvillos de pica-pica. Cuando Mica salió del secador de regaliz vimos que el pelo ya era de nuevo de su color habitual.
Cogimos nuestros “vehículos” y volvimos a casa, donde merendamos un rico chocolate con churros

Después de dormir toda la noche como angelitos, nos despertamos sobresaltados al oír un tremendo ruído. Era nuestro vecino, el señor Jackson que estaba taladrando una piedra en el jardín. Isolino y yo nos asomamos por la ventana y le preguntamos qué estaba haciendo. Él nos dijo que estaba haciendo una trampa, porque había visto a un extraño animal comiéndose sus verduras. Nosotros bajamos a inspeccionar el huerto del señor Jackson, para ver si localizábamos al animal antes de que cayera en la trampa y se hiciese daño. Buscamos y buscamos, encontramos unas pequeñas huellas entre las lechugas y las acelgas y las seguimos. De repente vimos a un pequeño topo, de color morado, que se estaba zampando tranquilamente las fresas de nuestro vecino. Isolino le preguntó, (recordad que hablaba muchos idiomas a través de sus antenas) qué hacía en el jardín y le dijo que respetara lo que habían plantado los humanos, porque podía meterse en problemas, comentándole la trampa que había preparado nuestro vecino. El topo se sorprendió y dijo que lo sentía, que él pensaba que todo lo que se cultivaba se podía comer. Nosotros decidimos invitarlo a vivir en nuestro jardín, con la condición de que no se comiese lo que mamá y papá plantaban y que no hiciese agujeros en la tierra. Él aceptó encantado y se vino con nosotros. De repente, me acordé de que no nos habíamos presentado, le dijimos nuestros nombres y él nos contestó que se llamaba Topoloco. Sus hermanos le habían puesto ese nombre porque cada vez que comía algo cambiaba de color y los pelos se le ponían de punta.
Cuando llegamos al jardín le hicimos una casita con palos de helado, piedras y para adornar pusimos figuritas de esas que vienen dentro de los huevos de chocolate. Para dormir le hicimos una cama con flores, hojas y un pañuelo rojo que encontramos en el cajón de mi mesita de noche.
Por la tarde llego Mica, que traía a mi perro Pancho, que había pasado el fin de semana en su casa. La pandilla era cada vez más grande, seguro que así viviríamos más aventuras y que éstas serían todavía más emocionantes. ¡El verano era cada vez más divertido, que guay es tener tantos amigos!

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